El físico inglés John Gribbin calculó la velocidad del aumento del Universo en los primeros instantes de su irrupción. Descubrió que si se hubiera expandido una fracción de porcentaje más lentamente, se habría colapsado sobre si misma. Y si su aumento hubiera sido un poco más veloz, se habrían dispersado algunos átomos y se habría acabado todo: no se habrían formado ni las galaxias ni las estrellas. El margen de tolerancia fue ínfimo: ¡se expresa matemáticamente con una coma seguida de sesenta ceros y el número uno!
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